Al desenvolver su regalo se encontró una bolsa con un pez naranja. Le puso por nombre Chris Mas, sin importarle lo más mínimo el orgullo de su nueva mascota.
Al día siguiente, Verónica compró un arsenal de cacharros y frasquitos llevada por la ilusión de una primeriza, pero el pez, desagradecido, ni comía ni nadaba.
El 4 de enero Chris Mas fallecía a la temprana y tierna edad de 72 horas. Consternada por lo sucedido, Vero decidió devolverlo a su hogar: el océano. El pequeño fue tragado por el retrete, no sin antes restregarse por sus frías paredes de cerámica.
En menos de cuatro días Verónica no sólo le había arrebatado la vida al pez, sino también la dignidad.